13-14-15 de noviembre de 2025
Dar valor al reconocimiento emocional en la práctica clínica, utilizando la emoción que surge en la consulta en beneficio de la relación médico-paciente.
Paciente varón joven, enfermedad terminal por patología tumoral, se muestra con apatía, desmotivación y tristeza profunda. Su médico siente frustración, agotamiento y “culpabilidad” por no cumplir sus expectativas de curar. Tras varias visitas con distanciamiento personal importante, logran sincerarse y abordan la tristeza abiertamente, cada uno en su perspectiva. A partir de este momento se genera una conexión empática, el paciente se siente comprendido y acompañado, y el médico entiende su rol en esta situación.
La tristeza es una emoción frecuente en la consulta médica, experimentada por el paciente y/o por el médico. Actúa como una compañera que ofrece un espacio de introspección, reconocerla y aceptarla permite “ajustar” la situación y seguir adelante; genera una comunicación sincera y fortalece el vínculo terapéutico, además de facilitar la empatía, evitando el desgaste emocional en el profesional.
La emoción no es una amenaza clínica, puede convertirse en oportunidad de conexión (si se reconoce y gestiona de forma adecuada) o en obstáculo (si se evita o se ignora).
Capacitar a los profesionales en habilidades emocionales debe ser parte de la formación médica; incorporar estrategias de validación y gestión emocional puede ser una herramienta de mejora de la relación clínica.
Mejorar la relación médico-paciente
Favorecer el diagnóstico y mejorar la adhesión terapéutica
Prevenir el burnout del médico, facilitando el autocuidado.
Mejorar la toma de decisiones clínicas, ayudando a pensar con claridad incluso en situaciones difíciles.
Reafirmar el valor del papel del médico/a de familia, aplicando un modelo de salud biopsicosocial que demuestre la verdadera competencia de la Atención Primaria.